sábado, 18 de mayo de 2013

CAPÍTULO 9.



Las setenta semanas (Esd 9; Neh 9; Bar 1, 15-38)
9 1EI año primero de Darío, hijo de Jerjes, medo de linaje y rey de los caldeos, 2el año primero de su reinado, yo, Daniel, leía atentamente en el libro de las profecías de Jeremías el número de años que Jerusalén había de quedar en ruinas: 3eran setenta años. Después me dirigí al Señor Dios implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, sayal y ceniza.
4Oré y me confesé al Señor, mi Dios: Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos: 5Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos.
6No hicimos caso a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes.
7Tú, Señor, eres justo; a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti.
8Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.
9pero aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona.
10No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos los profetas. 11Todo Israel quebrantó tu ley rehusando obedecerte; por eso nos han caído encima las maldiciones, consignadas con juramento en la Ley de Moisés, el siervo de Dios; porque pecamos contra él.
12Cumplió la palabra que pronunció contra nosotros y contra los jefes que nos gobernaban, enviándonos una calamidad -la que sucedió en Jerusalén- como no ha sucedido bajo el cielo.
13Según está escrito en la Ley de Moisés, nos sucedió esta desgracia completa; con todo, no aplacamos al Señor, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestros crímenes y comprendiendo tu veracidad.
14EI Señor, nuestro Dios, vigiló para enviarnos esa desgracia: el Señor, nuestro Dios, nos trata justamente, porque no le obedecimos.  15Pero ahora, Señor, Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo de Egipto, cobrándote fama que dura hasta hoy: hemos pecado y obrado inicuamente.
16Señor, a la medida de tu justicia, aparta la ira y la cólera de Jerusalén, tu ciudad y tu monte santo. Por nuestros pecados y los delitos de nuestros padres Jerusalén y todo tu pueblo son afrentados por los pueblos vecinos.
17 Ahora, pues, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo, mira benévolo a tu santuario asolado, ¡Señor mío, por tu honor! 18Dios mío, inclina tu oído y escúchame; abre los ojos y mira nuestra desolación y la ciudad que lleva tu nombre; pues, al presentar ante ti nuestra súplica, no confiamos en nuestra justicia, sino en tu gran compasión.
19Escucha, Señor; perdona, Señor; atiende, Señor; actúa sin tardanza, ¡Dios mío, por tu honor! Por tu ciudad y tu pueblo, que llevan tu nombre.
20Aún estaba hablando y suplicando y confesando mi pecado y el de mi pueblo, Israel, y presentando mis súplicas al Señor, mi Dios, en favor de su monte santo; 21aún estaba pronunciando mi súplica, cuando aquel Gabriel que había visto en la visión llegó volando hasta mí, a la hora de la ofrenda vespertina. 22Alllegar, me habló así:
23-Daniel, acabo de salir para explicarte el sentido. Al principio de tus súplicas se pronunció una sentencia, y yo he venido para comunicártela, porque eres un predilecto. ¡Entiende la palabra, comprende la visión!:
24Setenta semanas están decretadas
para tu pueblo y tu ciudad santa:
para cerrar el delito,
sellar el pecado, expiar el crimen,
para traer una justicia perenne,
para sellar la visión y al profeta
y ungir el lugar santísimo.
25Has de saberlo y comprenderlo:
Desde que se decretó la vuelta
y la reconstrucción de Jerusalén
hasta un príncipe ungido
pasarán siete semanas;
durante sesenta y dos semanas
estará reconstruida con calles y fosos,
en tiempos difíciles.
26Pasadas las sesenta y dos semanas
matarán al ungido inocente;
vendrá un príncipe con su tropa
y arrasará la ciudad y el templo.
El final será un cataclismo,
y hasta el fin están decretadas
guerra y destrucción.
27Firmará una alianza con muchos
durante una semana,
durante media semana
hará cesar ofrendas y sacrificios
y pondrá sobre el ala el ídolo abominable
hasta que el fin decretado
le llegue al destructor.

9 Dos elementos componen este capítulo: la oración penitencial y el tema de la datación. A primera lectura puede parecer que la oración de Daniel es para conseguir inteligencia: tal explicación no basta, Estas plegarias penitenciales brotan en tiempos de calamidades del pueblo: en el destierro, que es la situación del relato, bajo la persecución de Antíoco, que es la situación del autor. La culpa de lo que sucede no la tiene Dios, sino el pueblo por sus pecados. La primera consecuencia es que el autor no reza por mera curiosidad personal, sino comprometido profundamente con su pueblo, solidario de sus pecados históricos. Daniel intercede. Interceder no es simple desahogo o estímulo hacia dentro; es un intento de movilizar la compasión de Dios para que cambie el curso de la historia, demasiado determinada por un sistema de pecados. Esto es más notable cuando el autor piensa que el destino está definido, aun temporalmente, por Dios. Si hasta la fecha está señalada, ¿para qué rezar? A semejante problema el autor responde haciendo que su personaje rece. Si el cómputo de semanas es cierto, no lo es menos que Dios desea la conversión y la vida (Is 59,12).
Las semanas. Por lo demás, las fechas quedan disponibles. El número setenta de Jeremías (25,12; 28,11; 29,10) es número redondo, o sea aproximado: segunda deportación, 586, edicto de Ciro, 538. El autor del libro es radical: considera pendiente el cumplimiento del plazo aun en tiempo de Darío y sustituye años por septenios. Así actualiza una vieja profecía y calcula llegar hasta sus días. Tal libertad la han imitado muchos comentaristas de dos maneras: con ejercicios matemáticos o tomándolo como cifra simbólica. 

9,1 Otra vez tropezamos con una fecha que es un guiño del autor al lector. Darío no era hijo de Jerjes; no era medo, sino un persa que usurpó el trono y reinó del 522 al 486; se supone que no se ha promulgado aún el edicto de repatriación. En la perspectiva del autor, la vuelta de Zorobabel y de Esdras no son la liberación esperada, pues continúa el tiempo de los imperios opresores. Por tanto, el oráculo de Jeremías tiene que ser reinterpretado. 

9,2 Dicha actividad demuestra: el interés con que leían los judíos sus libros sagrados, su afán de actualizarlos, su libertad de procedimientos. El autor de Daniel es un sapiencial comentando a un profeta. 

9,3 Jon 3,5. 

9,4-19 La plegaria penitencial pertenece a un tipo bien conocido, del que son ejemplos Esd 9; Neh 9 y Bar 1,15-38, y cuyo antecedente es Sal 50-51. Se trata de un pleito bilateral entre dos partes unidas por un compromiso. Una parte reprocha a la otra su incumplimiento, hasta que ésta lo reconoce y pide perdón. La presente plegaria incluye un repaso histórico y está poblada de citas y reminiscencias. 

9,4 Véanse Ex 34,6; Dt 7,9; 1 Re 9,23. 

9,5 Especialmente Jeremías: 7,25; 25,4; 26,5; 29,19; 35,15; 44,4. 

9,7 La "vergüenza" es la confusión del reo convicto y confeso. 

9,9 Cambio de dirección: el Señor, parte inocente, tuvo razón para castigar, pero tiene capacidad para perdonar (Sal 130). 

9,11 Maldiciones reunidas en Lv 26 y Dt 28. 

9,13 "Veracidad" en pronunciar y cumplir la amenaza. 

9,14 "Vigiló": Jer 1,12; 44,27. 

9,15 Termina la confesión y empieza la súplica. 

9,16 La "afrenta" de Jerusalén va en desdoro de la fama del Señor (Sal 44,14-17; 89,50-52). 

9,19 El nombre del Señor está comprometido en la suerte de su ciudad. 

9,21 La tarde es el tiempo de la plegaria penitencial, por la mañana Dios otorga su favor. 

9,23 Estos preparativos sugieren que el autor concedía gran importancia a su descubrimiento y mensaje: le ha costado una visión, una enfermedad, mucho estudio sin comprender, a caballo de un cambio de imperios; lo llaman predilecto, le dan un ángel intérprete. Es una encarecida invitación al lector. 

9,24-27 Por fin llega la revelación del cómputo temporal. El autor aplica el esquema de setenta septenios = diez jubileos = 490 años. Los divide en tres etapas: hasta la vuelta de Babilonia y la unción de Josué (Zac 3; o Zorobabel) siete septenios; dominios persa y griego sesenta y dos septenios; dominio de Antíoco un septenio dividido en dos mitades. Aplicando nuestros conocimientos históricos, más precisos, el cómputo falla sobre todo en la sección central. Además, con la muerte del perseguidor no advino la era esperada del dominio judío pacífico en el mundo. El cómputo quedó a merced de especulaciones o disponible para una lectura simbólica. 

9,24 "Sellar el pecado" equivale a archivar, sobreseer (cfr. Sal 32,1; Job 14,17). "Justicia perpetua" o permanente: perdonado el pecado, el pueblo retorna a la justicia de modo estable. "Sellar': probablemente en sentido de imponer el sello de la consumación (cfr. Ez 28,12). "Ungir el lugar santísimo": la nueva consagración del altar por Judas Macabeo (1 Mac 4). 

9,25 Los "tiempos difíciles" están más cerca de Nehemías que del entusiasmo de Isaías Segundo. 

9,26 El "Ungido" es el sumo sacerdote Onías (1 Mac 4,23-28). "Arrasará" se refiere a la represalia de Antíoco al volver de Egipto. 

9,27 Puede aludir a la alianza o acuerdo de Antíoco con el partido judío colaboracionista (1 Mac 1,10). "El ídolo abominable": responde a una deformación insultante del título "señor del cielo" y se refiere a la estatua de Zeus Olímpico (1 Mac 54-59; 2 Mac 6,2).

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