sábado, 27 de abril de 2013

INFLUJOS.



La apocalíptica es heredera de la profecía: surge cuando la profecía se ha extinguido (cfr. 1 Mac 14,41; Sal 74,9) y pretende llevar adelante su misión. De la profecía toma el género de la visión (Am, Jr) y la ofrece como revelación; de profetas posteriores (Ez, Zac) toma el mediador intérprete. En particular, empalma con escritos tardíos que solemos llamar escatologías proféticas (Is 24-27; 65-66; JI 3-4; Ez 38-39; Zac 13-14). En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como interpretación actualizada de una profecía. 

Por otra parte, al no presentar sus enseñanzas o sus visiones como oráculo del Señor, el autor desarrolla una actividad sapiencial de reflexión. De Daniel se pondera al principio su formación cultural y literaria, superior a la de los maestros de Babilonia. En cuanto a la narración, sigue la gran tradición hebrea (o griega), especialmente la ficción (Tob, Jud, Est).

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