sábado, 27 de abril de 2013

APOCALÍPTICA.



Con el libro de Daniel entra en el AT un género nuevo en un caso único; todas las imitaciones y expansiones de este género fecundo se quedan fuera del canon judío, y un solo descendiente clausura el canon del NT. El libro ha entrado en el canon judío, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los "escritos", concepto vago y acogedor. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro "profetas mayores"




a) El tema de este libro es la historia. Si otros apocalipsis se explayan en visiones cósmicas y arcanas, el nuestro se fija en el cosmos únicamente como repertorio de símbolos (el himno universal está en griego). Con mirada ancha contempla el autor la historia universal, la que él abarca, en sus etapas estilizadas o imperios. El antecesor de esta mirada universal o internacional es Habacuc. Cuando acerca la mirada al pasado próximo y al presente, estrecha su horizonte y se le enturbia la visión. Esa historia es dramática: luchan y caen y se suceden imperios o reinos, los soberanos son protagonistas; pero está gobernada por Dios y es conducida hacia un desenlace, que llegará como un corte abrupto. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final, en que Dios confiere un poder nuevo a "sus consagrados". Lo que sucederá después se enuncia, no se describe.



b) Recursos. Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor conoce a grandes líneas el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía del futuro. La ficción es básicamente una inversión de perspectiva. Otros recursos narrativos arropan la ficción. (Más abajo hablaré del autor y el personaje Daniel). 


La alegoría es un procedimiento intelectual. El autor esquematiza uno o varios períodos históricos, después traspone ese esquema, pieza a pieza, a una imagen articulada; resulta una correspondencia en serie, A-Xa, B-Xb, C-Xc, D-Xd etc. Toca al lector abolir la imagen para recuperar el esquema intelectual. A veces el autor acierta con una imagen feliz; otras veces le falla la fantasía, y todo termina en árido juego intelectual. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas. 


En el uso de la alegoría el autor de 2-7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas, que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir un repertorio semejante? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.

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